Autor: Rose Estes.
Ilustrador: Harry J. Quinn (Portada de Jeff Easley).
Fecha de publicación: 1985 (Original 1983).
Número de páginas: 153.
Número de fines: 21 (Buenos: 6 - Regulares: 4 - Malos: 11).
Sinopsis: Vuelves a ser Jaimie, ahora aprendiz de mago de tu antepasado Pentegarn, quien ha sido denunciado por ocupación ilegal de su propio castillo y uso ilegítimo de magia.
Comentario personal: Acaso acuciada por su falta de originalidad, Rose Estes no tardó demasiado en escribir su primera secuela. Solo dos números separan a La venganza de los dragones del arco iris de su predecesor Las columnas de Pentegarn pero lo cierto es que sus parecidos empiezan y acaban en los animales amigos del protagonista, Zorro y Búho. En este libro, Pentegarn apenas tiene presencia, y más que un secundario se diría que es el objetivo del libro una vez el protagonista advierte que ha caído en una trampa.
El guerrero y la ladrona del libro anterior no hacen aparición aquí, y son reemplazados por otros personajes que acompañan durante un tiempo más breve y no en todas las ramificaciones. Esto es un avance, ya que en Las columnas de Pentegarn la compañía de los secundarios es impuesta por la autora (nada que deba sorprendernos a estas alturas) de un modo muy brusco y artificial. Además, estaban demasiado caricaturizados, cosa que no ocurre con Quentin e Imógenes, que parecen tener un poquito más de alma a pesar de que tampoco estén demasiado desarrollados. De hecho, puede afirmarse sin temor al equívoco que Búho y Zorro son los personajes secundarios más trabajados a estas alturas de la colección. Y aunque es verdad que sus eternas rencillas pueden llegar a resultar cansinas, lo cierto es que en algún momento son capaces de levantar una sonrisa incluso en el lector más rancio.
De todas formas, la principal novedad de La venganza de los dragones del arco iris es que las criaturas que dan nombre al libro son, por una vez, benignas. Los dragones no se dejan ver demasiado, y creo que eso es positivo (otra cosa es que el título sea adecuado, visto lo visto), hay que dejar atrás muchas páginas hasta poder llegar a los fines de mayor éxito. Fuera de estos dos encuentros, el resto de fines buenos consisten en regresar mágicamente a la sala donde tiene lugar el enfrentamiento entre los tres magos y Pentegarn, queriendo la casualidad (o sea, la autora) que nunca sea demasiado tarde.
El punto de partida me parece bastante original, dando lugar además a una introducción larga y trabajada. Por una vez no se trata (o eso parecía) de la aventura por la aventura, sino que hay un problema legal y se intenta resolver por cauces pacíficos. El problema es que los tres magos enemigos son personajes totalmente planos y a partir de ese encuentro el libro no ofrece nada de lo que anticipaba. El protagonista es enviado a algún punto indeterminado del castillo (o de otro plano) y allí experimenta sucesos que no tienen nada que ver con esa premisa inicial. No obstante, como sucede en La rebelión de los enanos, al menos esas tres primeras ramificaciones son bastante dispares y generan por tanto vivencias muy diferentes y evitan también la sensación de hartazgo de los cuatro primeros números.
Hay que añadir que hay un pequeño juego en la página 94, algo inédito en la colección, lo cual es otro punto a favor del libro ya que puede entretener al lector durante un buen rato.
El apartado gráfico queda a cargo de Harry Quinn igual que Las columnas de Pentegarn, pero no se parecen en absoluto, ya que opta por un estilo diferente. Aunque siguen pareciéndome inferiores a las de Holloway, algunas ilustraciones en concreto destacan, ya sea porque tienen mucho detalle en el fondo (las de la librería) o por una perspectiva poco habitual como la de la página 98, magnífica.
En conclusión, un libro un poco por encima de la media de la autora, menos variado que La rebelión de los enanos pero más que cualquiera de los otros, aunque todavía lejos de la estructura deseable en un librojuego en tanto en cuanto el lector sigue siendo relativamente dirigido por el camino marcado.
El guerrero y la ladrona del libro anterior no hacen aparición aquí, y son reemplazados por otros personajes que acompañan durante un tiempo más breve y no en todas las ramificaciones. Esto es un avance, ya que en Las columnas de Pentegarn la compañía de los secundarios es impuesta por la autora (nada que deba sorprendernos a estas alturas) de un modo muy brusco y artificial. Además, estaban demasiado caricaturizados, cosa que no ocurre con Quentin e Imógenes, que parecen tener un poquito más de alma a pesar de que tampoco estén demasiado desarrollados. De hecho, puede afirmarse sin temor al equívoco que Búho y Zorro son los personajes secundarios más trabajados a estas alturas de la colección. Y aunque es verdad que sus eternas rencillas pueden llegar a resultar cansinas, lo cierto es que en algún momento son capaces de levantar una sonrisa incluso en el lector más rancio.
De todas formas, la principal novedad de La venganza de los dragones del arco iris es que las criaturas que dan nombre al libro son, por una vez, benignas. Los dragones no se dejan ver demasiado, y creo que eso es positivo (otra cosa es que el título sea adecuado, visto lo visto), hay que dejar atrás muchas páginas hasta poder llegar a los fines de mayor éxito. Fuera de estos dos encuentros, el resto de fines buenos consisten en regresar mágicamente a la sala donde tiene lugar el enfrentamiento entre los tres magos y Pentegarn, queriendo la casualidad (o sea, la autora) que nunca sea demasiado tarde.
El punto de partida me parece bastante original, dando lugar además a una introducción larga y trabajada. Por una vez no se trata (o eso parecía) de la aventura por la aventura, sino que hay un problema legal y se intenta resolver por cauces pacíficos. El problema es que los tres magos enemigos son personajes totalmente planos y a partir de ese encuentro el libro no ofrece nada de lo que anticipaba. El protagonista es enviado a algún punto indeterminado del castillo (o de otro plano) y allí experimenta sucesos que no tienen nada que ver con esa premisa inicial. No obstante, como sucede en La rebelión de los enanos, al menos esas tres primeras ramificaciones son bastante dispares y generan por tanto vivencias muy diferentes y evitan también la sensación de hartazgo de los cuatro primeros números.
Hay que añadir que hay un pequeño juego en la página 94, algo inédito en la colección, lo cual es otro punto a favor del libro ya que puede entretener al lector durante un buen rato.
El apartado gráfico queda a cargo de Harry Quinn igual que Las columnas de Pentegarn, pero no se parecen en absoluto, ya que opta por un estilo diferente. Aunque siguen pareciéndome inferiores a las de Holloway, algunas ilustraciones en concreto destacan, ya sea porque tienen mucho detalle en el fondo (las de la librería) o por una perspectiva poco habitual como la de la página 98, magnífica.
En conclusión, un libro un poco por encima de la media de la autora, menos variado que La rebelión de los enanos pero más que cualquiera de los otros, aunque todavía lejos de la estructura deseable en un librojuego en tanto en cuanto el lector sigue siendo relativamente dirigido por el camino marcado.
Puntuación: 5.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues sí, precisamente eso lo decía por mí.
EliminarEn todo lo demás, sin embargo, has errado. Estos libros no eran "originales como ellos solos", de hecho como puedes observar (aunque me doy cuenta que no eres muy dado a la observación) son varias las colecciones similares que fueron lanzadas en aquellas fechas. Y no, no tenían setenta hojas, los de esta colección en concreto tienen más del doble, en torno a las ciento cincuenta cada uno. Espacio de sobra para desarrollar personajes porque en algunos libros sí se hace y he destacado varios de ellos por tener secundarios emblemáticos que persisten en la memoria. En todo caso, tras haber releído el comentario si algo tengo claro es que no es duro en absoluto, al contrario, dejo al libro en bastante buen lugar.
Por último, un consejo: relájate hombre, concluir que una persona es alegre o triste basándote en un comentario de un libro no solo es apresurado e injusto sino extremadamente poco inteligente. Buenas noches, y buena suerte.