Autor: Tom McGowen.
Ilustrador: Kevin Nichols (Portada de John Rosenfeldt).
Fecha de publicación: 1986 (Original 1984).
Número de páginas: 152.
Número de fines: 28 (Buenos: 10 - Regulares: 13 - Malos: 5).
Sinopsis: Eres Sparrow, un niño de doce años que, junto con su hermano mayor Jay, se gana la vida haciendo malabares de ciudad en ciudad. Una promesa hecha a un moribundo abre nuevos horizontes en vuestras vidas.
Comentario personal: Por fin, esta vez sí que sí, puede decirse que nos hallamos ante el primer libro de la colección que se asemeja a los de ETPA en estructura y variedad. Algo que se refleja en primer lugar en su número de fines (28, cuando la media hasta su aparición era de 15) y más tarde durante la experiencia lectora al comprobar que, aunque las tramas no son demasiado diferentes, hay una gran cantidad de caminos totalmente independientes que no convergen una y otra vez en una senda principal.
El tesoro del rey es, además, una obra pura de aventuras en el más estricto sentido de la palabra, para lo bueno y para lo malo. El objetivo principal es encontrar un tesoro (junto con los huesos que yacen a su lado), el protagonista es un chiquillo sin experiencia en combate pero espabilado, se exalta el valor de la amistad y la lealtad... Tom McGowen fue a lo seguro y acertó, pues aunque el libro no tiene ningún aspecto sobresaliente, al menos es suficientemente sólido para mantenerse a flote sin necesidad de conocimientos previos del género.
Quizá ese sea el punto que más llame la atención de El tesoro del rey: a duras penas se advierte su influencia de D&D, muy difuminada entre criaturas y encuentros propios de la fantasía más cotidiana (algo parecido a lo que vimos en La rebelión de los enanos) en detrimento de situaciones más específicas de ese universo. Es por ello que no me sorprendería que precisamente a los amantes del rol este libro les pareciera inferior a otros de la colección, aunque en honor a la verdad se mantienen los indispensables (dragones, elfos, enanos) mientras se añaden otras criaturas mucho menos conocidas (o inventadas) como los osos lechuza. Mención especial para la aparición de un contemplador (aquí traducido como vigilante) que, por desgracia, como otros tantos y tantos encuentros en la colección, apenas sirven para llenar una página.
No obstante, lo que más chirría en El tesoro del rey es la inclusión de criaturas que no tienen nada que ver con el género, como dinosaurios y hombres de las cavernas. Es verdad, de nuevo, que tan solo aparecen brevemente, pero es difícil de justificar desde un punto de vista crítico, si bien es comprensible teniendo en cuenta que el autor apostó por una obra de corte más infantil, quizá esperando que a su público objetivo le encandilase más la mención a un dinosaurio que a una hidra o, sencillamente, otro dragón. Y es que se nota que McGowen fue excesivamente complaciente, hasta el punto de que alcanzar el pleno éxito es tremendamente sencillo (sucede en más de un tercio de los fines) y la muerte es fácilmente evitable a poco que se tomen decisiones honradas.
En cuanto a la consistencia, es curioso lo que sucede porque es muy sólida en un aspecto (la ruta que sigue el hermano del protagonista y el tiempo que le toma llegar a los sitios, en función de lo cual se encontrarán o no) y un tanto arbitraria en otro (el contenido de la cueva del final), aunque sería posible que dependiendo del tiempo pasado la cueva estuviera habitada por una criatura u otra. Desde luego, si el autor incluso hizo un cálculo de días y elaboró unos sucesos que no son narrados en el libro para dotar de sentido esos encuentros finales... sería para quitarse el sombrero. Desgraciadamente creo que es incomprobable.
Las ilustraciones están muy bien en general, mejor los dibujos más oscuros y/o de monstruos, y con suficiente detalle en los fondos. La portada de Rosenfeldt es muy buena también.
En conclusión, un libro muy diferente a todo lo anterior, con muchas rutas independientes y finales muy variados incluso dentro de una trama repetitiva, que se queda un poco corto (tal vez falto de ambición o de riesgo) pero que por vez primera en la colección no provoca en ningún momento sensación de hastío. Este es el camino.
El tesoro del rey es, además, una obra pura de aventuras en el más estricto sentido de la palabra, para lo bueno y para lo malo. El objetivo principal es encontrar un tesoro (junto con los huesos que yacen a su lado), el protagonista es un chiquillo sin experiencia en combate pero espabilado, se exalta el valor de la amistad y la lealtad... Tom McGowen fue a lo seguro y acertó, pues aunque el libro no tiene ningún aspecto sobresaliente, al menos es suficientemente sólido para mantenerse a flote sin necesidad de conocimientos previos del género.
Quizá ese sea el punto que más llame la atención de El tesoro del rey: a duras penas se advierte su influencia de D&D, muy difuminada entre criaturas y encuentros propios de la fantasía más cotidiana (algo parecido a lo que vimos en La rebelión de los enanos) en detrimento de situaciones más específicas de ese universo. Es por ello que no me sorprendería que precisamente a los amantes del rol este libro les pareciera inferior a otros de la colección, aunque en honor a la verdad se mantienen los indispensables (dragones, elfos, enanos) mientras se añaden otras criaturas mucho menos conocidas (o inventadas) como los osos lechuza. Mención especial para la aparición de un contemplador (aquí traducido como vigilante) que, por desgracia, como otros tantos y tantos encuentros en la colección, apenas sirven para llenar una página.
No obstante, lo que más chirría en El tesoro del rey es la inclusión de criaturas que no tienen nada que ver con el género, como dinosaurios y hombres de las cavernas. Es verdad, de nuevo, que tan solo aparecen brevemente, pero es difícil de justificar desde un punto de vista crítico, si bien es comprensible teniendo en cuenta que el autor apostó por una obra de corte más infantil, quizá esperando que a su público objetivo le encandilase más la mención a un dinosaurio que a una hidra o, sencillamente, otro dragón. Y es que se nota que McGowen fue excesivamente complaciente, hasta el punto de que alcanzar el pleno éxito es tremendamente sencillo (sucede en más de un tercio de los fines) y la muerte es fácilmente evitable a poco que se tomen decisiones honradas.
En cuanto a la consistencia, es curioso lo que sucede porque es muy sólida en un aspecto (la ruta que sigue el hermano del protagonista y el tiempo que le toma llegar a los sitios, en función de lo cual se encontrarán o no) y un tanto arbitraria en otro (el contenido de la cueva del final), aunque sería posible que dependiendo del tiempo pasado la cueva estuviera habitada por una criatura u otra. Desde luego, si el autor incluso hizo un cálculo de días y elaboró unos sucesos que no son narrados en el libro para dotar de sentido esos encuentros finales... sería para quitarse el sombrero. Desgraciadamente creo que es incomprobable.
Las ilustraciones están muy bien en general, mejor los dibujos más oscuros y/o de monstruos, y con suficiente detalle en los fondos. La portada de Rosenfeldt es muy buena también.
En conclusión, un libro muy diferente a todo lo anterior, con muchas rutas independientes y finales muy variados incluso dentro de una trama repetitiva, que se queda un poco corto (tal vez falto de ambición o de riesgo) pero que por vez primera en la colección no provoca en ningún momento sensación de hastío. Este es el camino.
Puntuación: 6.
Totalmente de acuerdo , uno de los mejores títulos de la serie, si bien es cierto que los finales en la cueva son un poco arbitrarios e incluso un poco absurdos (conversacion con dragon y el otro interviniendo el espiritu del rey), lo cierto es que la variedad de caminos con sus tramas en las que como bien dices no convergen continuamente hacia un mismo camino, hcen de este título uno de los más sólidos de la serie.
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