Autor: Lynn Sonberg.
Ilustrador: Sara Kurtz.
Fecha de publicación: 1986 (Original 1984).
Número de páginas: 54.
Número de fines: 11 (Buenos: 8 - Regulares: 1 - Malos: 2).
Sinopsis: Al descubrir que tu joven yegua de tres años, Ginger, ha desaparecido del establo, decides salir a buscarla con ayuda de uno de los caballos de tu familia.
Comentario personal: Como me pasa otras muchas veces, tengo sentimientos encontrados con este libro. Por un lado, aprecio el esfuerzo por realizar una obra típica de aventuras donde el entretenimiento manda y se dan situaciones clásicas del género. Además, la temática es relativamente original y la ambientación es adecuada. Pero por otro lado tiene algunos defectos que lastran el global del libro, particularmente la tan habitual falta de consistencia, en este caso además sobre el tema central, ya que la desaparición de Ginger no siempre tiene el mismo motivo ni está en el mismo lugar.
Obviamente esa es su mayor tara, aunque tampoco acabo de verle sentido al reparto de tramas. Según el caballo que escojas al principio (Huracán, joven pero indomable, o Cúspido, viejo y manso) para iniciar la búsqueda, la historia tomará un rumbo u otro completamente diferente. En una de las mitades, notablemente más corta, la protagonista se enfrenta a dificultades naturales (por así decir), como un muro de piedra, un incendio, un semental que trata de captar a Ginger para su clan... Sin embargo, si optamos por el otro caballo, tenemos una pequeña ramificación de solo dos fines, y el resto de la historia en la que ni siquiera interviene el caballo escogido pero involucra al nuevo capataz del rancho (mexicano, por supuesto) y sus nada buenas intenciones. Creo que el libro habría sido mucho más compacto (y habría dado sentido a los pros y contras de la primera elección) si los obstáculos hubiesen sido los mismos pero el éxito o el fracaso de cada uno de ellos se hubiera visto influido, al menos en parte, por el caballo escogido. Pero naturalmente para que esto fuera así tendría que haberse respetado la regla básica de la consistencia...
Con todo, no quiero dejar pasar la oportunidad de destacar algo que encuentro gracioso en País de caballos salvajes, y es el hecho de que tanto Huracán como el semental salvaje pugnan por adueñarse de la joven yegua Ginger pero el libro, destinado a un público pre-adolescente, no profundiza en el asunto ni la protagonista parece darse cuenta de las verdaderas intenciones que subyacen bajo ese triángulo amoroso (es un decir). Por alguna que otra frase que hay dejada caer, se diría que la autora sí reservaba esos guiños a posibles lectores ligeramente más crecidos.
Las ilustraciones son sin duda uno de los puntos fuertes del libro, y aunque especialmente en lo concerniente a los caballos tienen nubes y claros, algunos primeros planos sobre todo de personas están bastante bien y parecen tener movimiento. Las más llamativas incluyen planos generales como si hubieran sido tomados por una cámara desde un helicóptero.
En definitiva, un entretenido libro de aventuras que puede gustar mucho a los fans de la hípica pero para lectores menos interesados en el tema resulta un tanto infantil e intrascendente. Podría haber sido bastante mejor, pero se deja leer.
Obviamente esa es su mayor tara, aunque tampoco acabo de verle sentido al reparto de tramas. Según el caballo que escojas al principio (Huracán, joven pero indomable, o Cúspido, viejo y manso) para iniciar la búsqueda, la historia tomará un rumbo u otro completamente diferente. En una de las mitades, notablemente más corta, la protagonista se enfrenta a dificultades naturales (por así decir), como un muro de piedra, un incendio, un semental que trata de captar a Ginger para su clan... Sin embargo, si optamos por el otro caballo, tenemos una pequeña ramificación de solo dos fines, y el resto de la historia en la que ni siquiera interviene el caballo escogido pero involucra al nuevo capataz del rancho (mexicano, por supuesto) y sus nada buenas intenciones. Creo que el libro habría sido mucho más compacto (y habría dado sentido a los pros y contras de la primera elección) si los obstáculos hubiesen sido los mismos pero el éxito o el fracaso de cada uno de ellos se hubiera visto influido, al menos en parte, por el caballo escogido. Pero naturalmente para que esto fuera así tendría que haberse respetado la regla básica de la consistencia...
Con todo, no quiero dejar pasar la oportunidad de destacar algo que encuentro gracioso en País de caballos salvajes, y es el hecho de que tanto Huracán como el semental salvaje pugnan por adueñarse de la joven yegua Ginger pero el libro, destinado a un público pre-adolescente, no profundiza en el asunto ni la protagonista parece darse cuenta de las verdaderas intenciones que subyacen bajo ese triángulo amoroso (es un decir). Por alguna que otra frase que hay dejada caer, se diría que la autora sí reservaba esos guiños a posibles lectores ligeramente más crecidos.
Las ilustraciones son sin duda uno de los puntos fuertes del libro, y aunque especialmente en lo concerniente a los caballos tienen nubes y claros, algunos primeros planos sobre todo de personas están bastante bien y parecen tener movimiento. Las más llamativas incluyen planos generales como si hubieran sido tomados por una cámara desde un helicóptero.
En definitiva, un entretenido libro de aventuras que puede gustar mucho a los fans de la hípica pero para lectores menos interesados en el tema resulta un tanto infantil e intrascendente. Podría haber sido bastante mejor, pero se deja leer.
Puntuación: 5'5.
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