Autor: Shannon Gilligan.
Ilustrador: Bert Dodson (Portada de Ralph Reese).
Fecha de publicación: 1986 (Original 1984).
Número de páginas: 54.
Número de fines: 7 (Buenos: 5 - Regulares: 2 - Malos: 0).
Sinopsis: Tu excéntrica tía Louise te hace entrega de un dije mágico que posee la habilidad de conceder tres deseos.
Comentario personal: El parecido de este libro con El genio de la botella es más que evidente: en ambos casos el protagonista recibe de forma totalmente imprevista el poder de ver cumplidos sus deseos. En el libro que abre la colección, además, esos deseos no parecen tener fin, mientras que en Los tres deseos Shanon Gilligan optó por el clásico número tan habitual en estas situaciones.
El problema es justamente que existiendo ya un libro de ese estilo, repetir una temática que por añadidura no da mucho más de sí tiene un efecto redundante. Las posibilidades son infinitas porque son deseos, todo puede hacerse realidad. Justo es reconocer que al menos en este número los que pide el protagonista parecen mucho más realistas: volar, viajar, dinero... Claro está que cuando tus deseos no son limitados, como en El genio de la botella, quizá hasta tiene sentido pedir que todo te sepa a pizza. Por otra parte, la ausencia de un personaje secundario como el genio es un punto en contra para este libro.
En cualquier caso, Los tres deseos acaba pareciendo corto (solo tiene siete fines) lo cual siempre es positivo, pero la inmensa mayoría de ellos son demasiado abiertos. Es más, solo he considerado regulares aquellos dos en que ya se han gastado todos los deseos. En los otros cinco aún quedan deseos por pedir, y eso puede significar riqueza infinita, amor a la carta, fama... lo que quiera que uno piense que puede mejorar su vida. Por esta razón el libro no es nada redondo, simplemente una serie de episodios imposibles sin demasiada ambición.
Las ilustraciones, por primera y última vez de Bert Dodson, no son precisamente el punto fuerte del libro.
En definitiva, una pequeña historia con la que muchos niños podrían sentirse identificados (¿quién no ha fantaseado con lo que haría con tres deseos?) pero poco aprovechada, que apenas apunta unas pocas posibilidades de las incontables que podrían darse. De un mal planteamiento no podía salir algo mucho mejor.
El problema es justamente que existiendo ya un libro de ese estilo, repetir una temática que por añadidura no da mucho más de sí tiene un efecto redundante. Las posibilidades son infinitas porque son deseos, todo puede hacerse realidad. Justo es reconocer que al menos en este número los que pide el protagonista parecen mucho más realistas: volar, viajar, dinero... Claro está que cuando tus deseos no son limitados, como en El genio de la botella, quizá hasta tiene sentido pedir que todo te sepa a pizza. Por otra parte, la ausencia de un personaje secundario como el genio es un punto en contra para este libro.
En cualquier caso, Los tres deseos acaba pareciendo corto (solo tiene siete fines) lo cual siempre es positivo, pero la inmensa mayoría de ellos son demasiado abiertos. Es más, solo he considerado regulares aquellos dos en que ya se han gastado todos los deseos. En los otros cinco aún quedan deseos por pedir, y eso puede significar riqueza infinita, amor a la carta, fama... lo que quiera que uno piense que puede mejorar su vida. Por esta razón el libro no es nada redondo, simplemente una serie de episodios imposibles sin demasiada ambición.
Las ilustraciones, por primera y última vez de Bert Dodson, no son precisamente el punto fuerte del libro.
En definitiva, una pequeña historia con la que muchos niños podrían sentirse identificados (¿quién no ha fantaseado con lo que haría con tres deseos?) pero poco aprovechada, que apenas apunta unas pocas posibilidades de las incontables que podrían darse. De un mal planteamiento no podía salir algo mucho mejor.
Puntuación: 4.
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