Autor: Edward Packard.
Ilustrador: Lorna Tomei.
Fecha de publicación: 1984 (Original 1983).
Número de páginas: 53.
Número de fines: 11 (Buenos: 0 - Regulares: 5 - Malos: 6).
Sinopsis: Estás paseando por el campo con tu perro cuando encontráis una botella con un extraño líquido que tiene el poder de encoger a los animales (ser humano incluido, claro).
Comentario personal: ¡Estás encogiéndote! salió al mercado año y medio después de La casa encantada en EEUU, y se nota. Ya no tiene nada que ver con el anterior, es mucho menos infantil, tiene menos fines porque el desarrollo de las ramificaciones es sensiblemente más largo (tampoco demasiado, no olvidemos que se trata de libros de menos de sesenta páginas), no está tan abrumadoramente salpicado de ilustraciones y, por qué no decirlo, suceden cosas con algo de continuidad, no es un popurrí de experiencias inexplicables.
Como apunte inicial, supongo que a quienquiera que lea el libro estos días (o lo leyera mediados los 90, por ejemplo) le recordará inmediatamente a la película Cariño, he encogido a los niños, pero es justo decir que dicho largometraje data de 1989 y este libro es seis años anterior. De hecho no descartaría que la película hubiera bebido del librojuego de algún modo, aunque eso nunca lo sabremos. Como sea, mérito sea dado a Edward Packard como creador de la idea (de esta en particular, claro, no olvidamos a Alicia en el país de las maravillas).
Con todo, el libro tiene varios fines abruptos impropios de su autor, y puede resultar tremendamente insatisfactorio para aquellos a los que les gusta llegar a fines buenos, porque en este libro sencillamente no hay ninguno: o el protagonista o su perro ven su tamaño disminuido y el único fin en que ambos recuperan su tamaño original... era un sueño (y siempre clasifico como regulares ese tipo de fines). En los otros cuatro es el perro quien se mantiene encogido o agrandado, y en los seis malos es el protagonista quien queda desposeído de su tamaño normal. En cierto sentido recuerda a OVNI 54·40 o a Odisea en el hiperespacio (ambos también de Packard) ya que lo único bueno que puede pasarle al protagonista es recuperar la normalidad inicial.
Por lo demás, el libro no tiene grandes fallos, su estructura está por encima de la media con alguna página accesible desde distintas elecciones (sello habitual del autor) y el sentimiento de culpabilidad del profesor por su creación podría verse como algo adulto y positivo, si no fuera contrarrestado por el aparente desapego que muestra hacia los inocentes perjudicados por la misma (que son el protagonista y/o su perro). Seguramente podría haberse extendido un poco más en los encuentros con diversos animales aprovechando el cambio de tamaño.
Las ilustraciones de Lorna Tomei están bastante bien cuando acierta con las proporciones, que son pocas veces. Igual que sucede en La Torre de Londres, representa a las personas con la cabeza muy grande y algunas expresiones no son muy acertadas. Lo mejor son los dibujos del perro, posiblemente.
En definitiva, un libro relativamente entretenido, nada del otro mundo, que podría haber sacado más partido a su argumento pero con algún destello de calidad de todas formas.
Como apunte inicial, supongo que a quienquiera que lea el libro estos días (o lo leyera mediados los 90, por ejemplo) le recordará inmediatamente a la película Cariño, he encogido a los niños, pero es justo decir que dicho largometraje data de 1989 y este libro es seis años anterior. De hecho no descartaría que la película hubiera bebido del librojuego de algún modo, aunque eso nunca lo sabremos. Como sea, mérito sea dado a Edward Packard como creador de la idea (de esta en particular, claro, no olvidamos a Alicia en el país de las maravillas).
Con todo, el libro tiene varios fines abruptos impropios de su autor, y puede resultar tremendamente insatisfactorio para aquellos a los que les gusta llegar a fines buenos, porque en este libro sencillamente no hay ninguno: o el protagonista o su perro ven su tamaño disminuido y el único fin en que ambos recuperan su tamaño original... era un sueño (y siempre clasifico como regulares ese tipo de fines). En los otros cuatro es el perro quien se mantiene encogido o agrandado, y en los seis malos es el protagonista quien queda desposeído de su tamaño normal. En cierto sentido recuerda a OVNI 54·40 o a Odisea en el hiperespacio (ambos también de Packard) ya que lo único bueno que puede pasarle al protagonista es recuperar la normalidad inicial.
Por lo demás, el libro no tiene grandes fallos, su estructura está por encima de la media con alguna página accesible desde distintas elecciones (sello habitual del autor) y el sentimiento de culpabilidad del profesor por su creación podría verse como algo adulto y positivo, si no fuera contrarrestado por el aparente desapego que muestra hacia los inocentes perjudicados por la misma (que son el protagonista y/o su perro). Seguramente podría haberse extendido un poco más en los encuentros con diversos animales aprovechando el cambio de tamaño.
Las ilustraciones de Lorna Tomei están bastante bien cuando acierta con las proporciones, que son pocas veces. Igual que sucede en La Torre de Londres, representa a las personas con la cabeza muy grande y algunas expresiones no son muy acertadas. Lo mejor son los dibujos del perro, posiblemente.
En definitiva, un libro relativamente entretenido, nada del otro mundo, que podría haber sacado más partido a su argumento pero con algún destello de calidad de todas formas.
Puntuación: 5.
Si que hay un fin bueno, el de que todo es un sueño y se va con su perro, está en la página 53.
ResponderEliminarHola Gonzalo. Por norma general siempre considero como regulares los fines en los que "todo era un sueño", además de parecerme de lo más insípido. :P
EliminarUn saludo.
En mi ciudad fue el libro más vendido (junto a Dragones! probablemente)de este sello.
ResponderEliminarHola! Me faltan la página 47 - 48. Agradeceré si alguien les puede hacer una foto. Gracias
ResponderEliminarEscríbeme a themistokles82@gmail.com :-)
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