Autor: Edward Packard.
Ilustrador: Ted Enik.
Fecha de publicación: 1991 (Original 1986).
Número de páginas: 118.
Número de fines: 39 (Buenos: 7 - Regulares: 25 - Malos: 7).
Sinopsis: De camino a las Islas Galápagos, el barco en el que viajas con un grupo de científicos es zarandeado por una gran ola, y tras caer por la borda amaneces en la arena de una isla.
Comentario personal: Si alguien no supiera que La isla de la caña de azúcar fue realmente el primer librojuego que escribió Edward Packard (y, de hecho, es posible que el primer librojuego de la historia), seguramente se sorprendería mucho de ver este ejemplar a estas alturas de la colección. Tanto el número de fines como la laxitud del argumento lo acercan más a las tempranas obras con que se inició la serie y no en vano, efectivamente, Edward Packard publicó Sugarcane Island aún antes de crear Choose Your Own Adventure. De hecho, la edición que vio la luz a mediados de los 80 es una revisión del original, aunque por lo que he leído nada esencial fue cambiado, apenas una mejora en el estilo.
Lo mejor que se puede decir de La isla de la caña de azúcar es que resulta relativamente entretenido. Quizá en parte porque es, con diferencia, el libro que más corto me ha resultado de toda la colección. No es el que menos páginas tiene, pero la mayoría de ellas son muy breves, de un párrafo o dos. Solamente cuatro ocupan toda la altura de la hoja, lo cual lógicamente repercute en hacer el libro mucho más dinámico, si bien es cierto que a cambio de perder profundidad y desarrollo. Sin duda no era lo que más preocupaba al autor en su etapa más inicial, y prueba de ello es que el argumento no podría ser más simple: un náufrago, una isla, aborígenes, animales peligrosos... y poco más. Algunos encuentros disparatados (¿un pirata, en serio?) y muchísimas posibilidades de volver a la civilización sin que medie gran mérito por parte del protagonista.
Estructuralmente tampoco es un libro muy enrevesado, lo cual también contribuye a la velocidad de lectura. Condensar cerca de cuarenta fines en menos de ciento veinte páginas, ilustraciones inclusive, exige plantear elecciones a cada uno o dos saltos. No obstante, ya desde sus inicios Packard mostró buena mano a la hora de reenganchar ramificaciones y hasta podemos toparnos con un bucle, ignoro si intencionado, que nos hace repetir la misma acción una y otra vez si seguimos optando por la misma elección. Hablando de ello, el libro transmite una sensación de déjà vu nada atractiva porque muchas rutas son demasiado parecidas. Por ejemplo, creo que hay hasta cuatro tribus diferentes con las que el protagonista puede encontrarse, pero no hay una diferencia significativa (aparte de su aspecto) entre ninguna de ellas. De hecho, en más de dos tercios de los finales el protagonista acaba volviendo a la civilización y en la mayoría de ellos la descripción es idéntica: se te indica que hay un poblado desde el cual salen barcos y acabas llegando al mismo. El narrador te asegura que serás rescatado, y fin. Entre que hay muchos iguales y el libro se lee tan rápido, es fácil pensar que estás viendo el mismo fin que has leído apenas unos minutos antes, porque además la transición hasta los mismos no varía gran cosa.
Las ilustraciones de Ted Enik se mantienen como de costumbre, fondos con mucho detalle y un punto infantil en las personas. Por descarte son lo mejor del libro, si bien considero que este no fue su mejor trabajo, pero se me antoja el dibujante adecuado para el tono de este número tan particular que podría haber tenido cabida perfectamente en Globo Azul.
En conclusión, un libro histórico más por lo que supuso para su autor en particular y para todo el mundo del librojuego en general que por sus cualidades individuales, tremendamente blando en concepto y desarrollo pero quizá precisamente por ello con aroma a génesis. Recomendable como curiosidad, prescindible en cualquier otro caso.
Lo mejor que se puede decir de La isla de la caña de azúcar es que resulta relativamente entretenido. Quizá en parte porque es, con diferencia, el libro que más corto me ha resultado de toda la colección. No es el que menos páginas tiene, pero la mayoría de ellas son muy breves, de un párrafo o dos. Solamente cuatro ocupan toda la altura de la hoja, lo cual lógicamente repercute en hacer el libro mucho más dinámico, si bien es cierto que a cambio de perder profundidad y desarrollo. Sin duda no era lo que más preocupaba al autor en su etapa más inicial, y prueba de ello es que el argumento no podría ser más simple: un náufrago, una isla, aborígenes, animales peligrosos... y poco más. Algunos encuentros disparatados (¿un pirata, en serio?) y muchísimas posibilidades de volver a la civilización sin que medie gran mérito por parte del protagonista.
Estructuralmente tampoco es un libro muy enrevesado, lo cual también contribuye a la velocidad de lectura. Condensar cerca de cuarenta fines en menos de ciento veinte páginas, ilustraciones inclusive, exige plantear elecciones a cada uno o dos saltos. No obstante, ya desde sus inicios Packard mostró buena mano a la hora de reenganchar ramificaciones y hasta podemos toparnos con un bucle, ignoro si intencionado, que nos hace repetir la misma acción una y otra vez si seguimos optando por la misma elección. Hablando de ello, el libro transmite una sensación de déjà vu nada atractiva porque muchas rutas son demasiado parecidas. Por ejemplo, creo que hay hasta cuatro tribus diferentes con las que el protagonista puede encontrarse, pero no hay una diferencia significativa (aparte de su aspecto) entre ninguna de ellas. De hecho, en más de dos tercios de los finales el protagonista acaba volviendo a la civilización y en la mayoría de ellos la descripción es idéntica: se te indica que hay un poblado desde el cual salen barcos y acabas llegando al mismo. El narrador te asegura que serás rescatado, y fin. Entre que hay muchos iguales y el libro se lee tan rápido, es fácil pensar que estás viendo el mismo fin que has leído apenas unos minutos antes, porque además la transición hasta los mismos no varía gran cosa.
Las ilustraciones de Ted Enik se mantienen como de costumbre, fondos con mucho detalle y un punto infantil en las personas. Por descarte son lo mejor del libro, si bien considero que este no fue su mejor trabajo, pero se me antoja el dibujante adecuado para el tono de este número tan particular que podría haber tenido cabida perfectamente en Globo Azul.
En conclusión, un libro histórico más por lo que supuso para su autor en particular y para todo el mundo del librojuego en general que por sus cualidades individuales, tremendamente blando en concepto y desarrollo pero quizá precisamente por ello con aroma a génesis. Recomendable como curiosidad, prescindible en cualquier otro caso.
Puntuación: 4'5.
Que curiosidad, la verdad que sí que tiene valor histórico por ser el primer libro ideado con estas características. Por aquí no se vieron muchos ejemplares de ese número de la coleccion.
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